Buenos días por la mañana! Hoy hace un sol de justicia... buen día para ir a la playa.
Era una mañana cálida y lluviosa de verano y yo iba buscando mi medio.
Subía por la cuesta que llevaba a las cuevas donde viven los
gitanos, cuando en lo más alto de la cuesta, junto a la fuente que hay cerca
del castillo donde viven los morenos, jugaban unos niños y unas niñas más
chicas, todos ellos familia. Eran cinco primos y hermanos, cinco niños gitanos jugando,
descubriendo y tocando todo con sus manos.
No puedo dejar de mirarlos cuando de todos, la más chica, saca a
la madre que lleva ya en sus adentros y con un chillío que levantó pájaros y
ropa tendía, sentó a los demás alrededor
de la fuente a comer cuando el sol dio las dos.
La niña, que ahora es la madre, trae entre manos un oxidado cazo
rojo, sin mango y vacío de comida. Aun así, todos se sientan alrededor de la
improvisada mesa y siguen el cazo con sus ojos grandes como soles, asomando la
lengua por el hueco de entre los dientes.
La niña que traía la cazuela llena de agua y piedras es la hija de
María Dolores la gitana, la que vive en una cueva del Realenco con don Juan de
los Olivos. Y los niños, que así es como aprenden, jugaban en la calle a lo que
veían en casa.
El niño más castaño, que jugaba a ser su padre, rebelde como la cuerda
verde de su pelo se subleva y pega un golpe tan fuerte en la mesa que hasta los
platos los pone de vuelta:
- ¡Que yo no como piedras te digo, Dolores! Ahora mismo subo pa'l castillo y busco al negro. Le voy a quitar de un tiro todo el
peso del alma, a ver si vuela.
Dolores llora, y ni los abrazos del niño chico la consuela.
Dolores conoce a su marido, don Juan de los Olivos, y el último que jugó con su droga y la comida de su mesa terminó
durmiendo bajo el árbol de su apellido, boca arriba y arropado por campanillas
rosas y blancas.
Don Juan coge el mantel y se lo echa a la cabeza, y el hijo mayor,
que de mayor quiere ser como él, coge el palo del abuelo y la escopeta conejera del
padre y vas tras él. Empujando a la Dolores que llora, salen del agujero y escondidos en
la luz de la noche suben los dos por la cuesta del castillo. Padre e hijo esperan como dos plumudos cuervos mensajeros cerca de la puerta del moreno.
A la hora en la que los chicos de dinero y ojos rojos y asiáticos vuelven a casa, el moreno hizo su última
venta y volvió al castillo. Allí se encontró con los dos gitanos. Sin mediar
palabra y en la puerta de su casa, el hijo le dio fusta en la cabeza y en el
cuerpo. El padre dio puso el punto y final abriéndole dos humeantes nacimientos en las
tripas y en el pecho.
Nasham, ahora huérfano, que lo vio todo por la ventana escondido
en su cuarto, se metió debajo de su ardiente manta africana, y lloró y
juró en silencio: si el gitano se llevó a su padre, él se llevará a su hijo.
A la mañana siguiente las nubes no dejaron asomar al sol, y Nasham
aquella mañana lluviosa de verano reclama lo que le deben los morenos: pide un
alma gitana.
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Entonces, de repente, otro chillío de niño me sacó de aquel juego
de papás y mamás y me trajo de nuevo a lo alto de la cuesta cerca del castillo,
junto a la fuente. Era Nasham, y bajaba corriendo por la cuesta llorando y maldiciendo
en su lengua.
Llegó a la fuente, y los cinco niños, que ya algo sospechaban,
retrocedieron y se quedaron como santos esculpidos en la fuente ante la negra
figura, que avanzaba decidida con dolor y cegada rabia.
Sin decir nada, sacó el cuchillo con marcas marrones en la hoja que
guardaba su padre, y tres veces lo clavó en el pecho al niño más mayor, al hijo
mayor de don Juan de los Olivos mientras los demás niños miraban a su hermano,
que pedía perdón a Dios en silencio.
Yo me quedé inmóvil, como un pájaro de mármol.
Mientras, aparecía un niño fantasma: moría un alma gitana, un espíritu felino
lleno de gracia que se liberaba de su cuerpo que flotaba liviano, y enrojecía con su dolor el agua fresca que por la fuente, venía de la
sierra.
La venganza es el plato
de las almas débiles.
de las almas débiles.
(Parra)
Igual no está todo lo estructurado que me gustaría.
ResponderEliminarLa idea era explicar mediante el juego de los niños una historia que realmente vivieron en su casa.
Omar.